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SEPARADOS PARA NO MIRAR ATRÁS


Santificar significa poner aparte y separar; en ese sentido, hay dos formas de estar separados: por oposición y por relación. No podrás dejar nada malo si sigues caminando con gente que sigue cosas malas; debes santificarte y separarte para no hacerte esclavo de mal alguno adoptando nuevas posiciones y te apartes para consagrarte a Dios: ese acto será tu proceso de santificación para comenzar a vivir una vida nueva. Y si recaes, no es que abandones este camino, pues por ello existe la santidad por posición: porque somos real sacerdocio y nación santa (1 Pedro 2:9) y ello obedece a que arrepentidos hemos venido a Jesús para que sea el Señor de nuestra vida; entonces decimos que la santidad es únicamente por los méritos de Cristo Jesús y el que quiere ser santo, es porque ya ha sido separado como nación santa aunque retrocedas “porque su vara y su cayado te llevarán” (Salmo 23:4).


Santificarse no es un estado de perfección sino que habiendo sido separados nunca más miraremos atrás y hemos sido bendecidos por el amor de Cristo Jesús a su pueblo. Si nos frustramos y retrocedemos es porque creemos que somos perfectos y no necesitamos de la gracia de Dios. Es hora de entender que nuestra ciudadanía no es de este mundo, que santificación es tener sed de eternidad y tiene que ver con la victoria de cada día que vas logrando. Ya estamos llamados a ser santos y lo que nos lleva a la santidad es no quitar la vista de la luz de Dios; lo que te hace santo es tu lucha diaria y tus victorias contra el pecado. Por ello abstengámonos de toda apariencia de lo malo y seamos irreprensibles (1 Tesalonicenses 5:22-23), santificándonos en espíritu, alma y cuerpo (Romanos 12:1) porque lo perfecto llegará de todas maneras para los que se esfuerzan y en Cristo la victoria está asegurada.

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