ROMPE CON LA RUTINA

En el camino de nuestra vida de fe encontraremos que muchas cosas requerirán más esfuerzo que otras y que hay situaciones que hasta se nos escapan de la mano afrontarlas o solucionarlas. Lo que sucede es que debemos distinguir qué cosas son propias de nuestra naturaleza y cuáles son adquiridas en el tiempo; en ambos casos decimos que todos vivimos en un proceso de transformación que, si bien nunca termina, debe ser asumido en cada uno de los momentos en que se manifiestan.

El proceso al que nos referimos empieza por las IDEAS que, luego se plasman en PENSAMIENTOS, éstos se convierten en PLANES y al final, tenemos la REALIDAD de ejecutarlo y ponerlo en marcha. En el momento de aterrizar estas ideas y procesarlas para que sean parte de nuestras vidas, entonces ya estarán en nuestros pensamientos y, por ende, de nuestro modo de vivir; así lo declara la Palabra en Proverbios 23:7 al afirmar que somos lo que pensamos y luego, en Romanos 12:2 quien nos insta a no alinearnos (amoldarnos al mundo) sino que debemos ir más allá (transformarnos) por la renovación de nuestra mente. Hasta aquí hemos llegado a entender muchos practicantes de la fe, pero aún requerimos de afianzar este Plan de Vida y nuevo modo de vivir rompiendo la rutina diariamente con la novedad que sólo nos puede dar Jesucristo de Nazaret; por ello nos dice que vayamos a Él si tenemos hambre y sed de ser alguien mejor y más grandes en la vida (Juan 6:35), de ese modo podremos ser imagen de Cristo como con un espejo y con la garantía de seguir transformándonos de gloria en gloria (2 Corintios 3:18).

Se trata entonces de no postergar más el caminar con una visión transformadora permanente y de poner en práctica nuestra identidad porque: “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10) ¡Nosotros vamos por mucho más!